Noches repetidas, de lluvia vuelta sola a la casa conocida.
La frustración a cuestas y el dolor siempre lacerante de saber que no es posible.
Desgastada ya el alma de tantas negativas sutiles, directas, impensadas y previstas.
Y otro molde que no encaja en la noción de amor.
A sabiendas de la soledad, intento huir de ella, pero nunca puedo.
Años de abrazos rotos, repetidos en camas y cuerpos ajenos a la caricia sentida,
expuesta al frío vacío del ¿y ahora que?.
Encontré en tu abrazo, el refugio inmaterial de la maravilla, el sostén frente a la muerte,
el equilibrio de la compleja mixtura de dos almas conectadas en tu seductora pasión, tu corporal energía.
Me encaminas, amado Tango, en encumbrados momentos, me liberas del mundo y de mi cárcel de temores.
Pero no siempre soy fuerte, ni fiel y menos incondicional, a veces en noches de lluvia como hoy, caigo y me rindo a los ojos de seres, que me conocen, o adivinan.
Seres que imagino de luz, transparentes, que no cambian, los odio y los amo, me confundo y me enriedo al quererlos tanto, y tan poco.
Seres, de risa flotante, de brillo en la mirada, de respetuosa distancia, de cuidado en la emoción, que nunca me buscaban.
Personas de negativa sutil, siempre, enamoradas de otra piel.
Si supieras amado, que a pesar de eso no he cambiado desde que te sentí y te quise en el camino.
Otra noche, otra lluvia y la soledad es la misma...
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